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Los aspectos medulares ligados a la condición que limita los espacios y restringe las ideas de acción y reacción de las mujeres en su conformación personal y colectiva, tiene en buena medida no sólo un matiz o un carácter planamente antropológico. Es decir, el montaje cultural de las formas de discriminación, desprecio y violencia hacia las mujeres está instalado como una máxima antropológica universalista. Esta primera afirmación se vuelve crucial cuando autoras como Sherry B. Orter, nos plantea la universalidad de la subordinación femenina. Con esta perspectiva pancultural de las condiciones que representa desde un punto de vista antropológico el sometimiento de las mujeres a patrones de comportamiento socialmente reconocidos, aceptados, practicados y reproducidos que se transmiten de forma generacional. Sin duda, en este punto se abren las primeras interrogantes alusivas al recurrente desprecio hacia la condición femenina que la autora retrata en su obra como la persistencia de la lógica subyacente al pensamiento cultural que presupone la inferioridad de las mujeres, aunado a la condición persuasiva de esta lógica que la autora traza asociada a la subordinación de las mujeres, se ata al hecho universal de que en todas las sociedades se asigna a la mujer un status de segunda clase o la desvalorización universal. La afirmativa se centra en probar si una cultura en concepto considera inferiores a las mujeres, aludiendo a tres aspectos en concreto.

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