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¿Qué papel juegan las limitaciones institucionales y las normas sociales en la determinación de las persistentes brechas de género en la participación económica y política y, las reformas institucionales han tenido éxito en la reducción de estas brechas? Este artículo argumenta que, en las raíces de las actuales desigualdades de género, existen estructuras sociales tradicionales patriarcales en las que el poder está distribuido de manera desigual, y los hombres tradicionalmente tienen autoridad sobre las mujeres. El desequilibrio de poder se manifiesta en arreglos de gobernanza, de los cuales consideramos leyes formales discriminatorias y normas de género adversas que perpetúan la desigualdad de género. Revisamos la evidencia sobre la efectividad de las reformas que abordan la desigualdad de género y se aplican a través de cambios en la ley formal. Conscientes de las cuestiones de endogeneidad, ya que las reformas pueden adoptarse en países donde las actitudes hacia las mujeres ya han mejorado, nos centramos en estudios microempíricos que abordan este desafío. La evidencia sugiere que algunas reformas han tenido éxito reduciendo las desigualdades. El poder y las normas pueden cambiar y, a veces, las intervenciones temporales pueden ofrecer resultados a largo plazo. Sin embargo, existen enormes desafíos planteados por las desigualdades de poder y las normas sociales inherentes que se mueven lentamente. Las leyes formales pueden seguir siendo ineficaces o causar una reacción violenta porque: i) la ley está mal implementada y / o las personas no la conocen; ii) los sistemas informales y las normas / sanciones sociales son más fuertes; iii) los grupos poderosos (en nuestro caso, los hombres) pueden oponerse a estos cambios. Finalmente, las reformas que mejoran las oportunidades económicas de las mujeres pueden crear las condiciones para aumentar la participación política y viceversa, generando así un ciclo de inclusión auto-reforzado.

Texto en inglés